El día 23 de diciembre de 1670, en ausencia
del presbítero Andrés López de Ruizpérez, se dictó sentencia por el obispo de
Cuenca sobre el presunto asesinato del también presbítero Juan Lucas a manos de
Andrés condenándolo a pagar 50.000 maravedis, las costas y el exilio de aquel
obispado por 10 años. El cura huido se afincó en Roma donde realizaría
diferentes gestiones para redimir su pena. El primer pasó fue dar poder a su
hermano Martín López Moragón para que aceptara la pena impuesta por aquel
obispado, y lo segundo que presentara ante el obispo Francisco de Zárate y Terán un
breve de su santidad Clemente X firmado el 20 de abril de 1674.
Todo esto ldio lugar a que el obispo de Cuenca el día 29 de enero de 1675 comisionara a Francisco
Ximénez Guixarra, su Vicario General, para que comprobara la narrativa de los
hechos que le habían sido trasladados por Andrés López de Ruizpérez. El encargado
de las pesquisas a pie de campo fue el párroco de Villanueva de la Jara
Francisco Losa Castillo.
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Breve de Clemente X |
A través de la narrativa de Andrés y de
los diferentes testigos hemos recompuesto el día de los hechos.
El presbítero de Alarcón Andrés López de
Ruizpérez y Moragón (que era hijo de Andrés López Moragón y Catalina Ruizpérez)
pertenecía a unas de las familias más antiguas del alfoz de Alarcón. Andrés junto
con sus 6 hermanas y su hermano, eran naturales y vecinos del lugar de Rubielos
Altos que por aquel tiempo apenas contaba con 33 vecinos. Una de sus hermanas, María Ruizpérez, casó en 1665 con Andrés de los Paños (hijo de Alonso Martínez de los Paños y Bárbara Salcedo) y hermano de José de los Paños, presbítero de la aldea de Rubielos Altos.
Corría entonces el 5 de marzo de 1660, cuando Andrés se acercó a su heredad de Matallana cerca del Picazo donde poseía unas
viñas y una casa de labor con un pozo en el exterior. Cuando llegó a su predio, encontró trabajando a dos podadores, Sebastián
Saiz de 40 años y Martín Lozano. Ya vencida la mañana, se acercaron por aquel
lugar el presbítero Juan Lucas , que portaba una carabina al hombro, acompañado
de su padre Francisco Lucas. Ambos personajes fueron recibidos con agrado y
familiaridad por Andrés ya que eran su primo hermano y tío. Después de comer y
beber los ánimos se caldearon a causa de una discusión por el pozo cercano a la casa, y las palabras y risas se tornaron en voces,
alaridos e insultos.
Francisco decía que el pozo les causaba gran perjuicio y que Andrés debía cerrarlo. De repente y sin pensarlo, cogió algunas piedras de grandes dimensiones y empezó a
echarlas por el brocal con el ánimo de cegarlo. Andrés reaccionó rápidamente para impedirlo
pero su primo le empujó de malos modos y lo encañonó por el pecho. Todo esta algarabía había hecho
que los podadores se fijaran en la escena y estuvieran pendientes de la discusión, y al ver la violencia que se estaba produciendo, corrieron a la casa que distaba más o menos
500 pasos del majuelo en el cual trabajaban.
Sebastián y Martín
intentaron lidiar en la jarana poniendo cordura y sosiego, pero en otro
arrebato de cólera Juan volvió a encañonar a su primo, y si no es por la rápida
reacción de éstos hombres que apartaron el arma, Juan hubiera disparado allí mismo contra Andrés. Restablecida la calma, los Lucas marcharon del majuelo hacia
Rubielos. Por otro lado, Andrés ya fuera por miedo a regresar a solas a Rubielos
Altos o por la necesidad de sosegarse, permaneció en Matallana todo el día hasta terminar la jornada que regresó junto con los podadores al pueblo.
Ya en Rubielos, bien
avanzada la tarde y tras los Ave Marías, Andrés salió de su casa y al pasar por
la plaza se encontró con José de los Paños, presbítero de aquel lugar. Ambos
curas estuvieron hablando largo tiempo y José se interesó por la situación
vivida en el campo. Tras un rato, apareció por la plaza Juan Lucas que saludó a
los dos hombres de forma amable y se excusó diciendo que tenía que irse por su
caballo que estaba en el calvario (dando a entender que estaba citando a Andrés).
Inmediatamente que Juan marchó, Andrés dió por terminada su conversación y se
acercó a su casa a recoger un arcabuz. Salió de ella y se marchó hacia el Calvario a ver a su primo. Andrés más tarde declararía que cogió el arma para
sentirse seguro ya que la reacción de su primo por la mañana le había asustado.
Su intención era hablar con él para perdonarle por el agravio sufrido y pedirle
que se retractara de algunas palabras que había dicho en presencia de Sebastián y
Martín.
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Plaza de la iglesia de Rubielos Altos |
En el Calvario ambos
primos se encontraron y poco a poco la situación se tensó. Las voces fueron al
alza convirtiéndose en gritos, como corroboaron en sus declaraciones Sebastián Saiz, el viejo de 70 años, ya que su casa estaba orientada a aquella
parte de la villa y podía escuchar todo perfectamente, y Benito de Alarcón, de 26
años, que estaba en la puerta de casa del herrero esperándole que le abriera y
entre las sombras lo vio todo. Durante la conversación Juan intentó quitarle el
arcabuz a Andrés, y en un momento de forcejeo el arma se disparó hiriendo a Juan
en el hombro izquierdo. Tras el arcabuzazo Sebastián el viejo acudió rápido a
la escena, y casi al mismo tiempo llegó José de los Paños temiéndose lo peor
por lo que había acontecido entre los dos primos y conociendo como conocía el
paradero de ambos. Otros testigos como Pedro Alonso de Palacios de 80 años y
Francisco de Cisneros corroboraron también lo sucedido.
El herido fue trasladado
a casa del presbítero José dónde falleció 7 días después a causa de las
heridas. Durante aquellos días Juan repetía a todo el mundo que su primo era
inocente que no quiso herirle y que él era el responsable del disparo fortuito,
pidiendo a su padre que no persiguiera a Andrés por considerarlo inocente. Juan
pidió varias veces ver a su primo para abrazarlo, pero éste se dio a la fuga
marchándose a Roma. Al poco tiempo, y por ser cosas del clero, apareció por aquel
villorrio una Comisión del Obispado que dictó sentencia contra Andrés.
Una vez comprobada la
veracidad de la narrativa que aportó Andrés y el Breve Papal, el Obispado Cuenca
dictó nueva sentencia apostólica el 8 de octubre de 1675, que aunque lo absolvió
de toda culpa, lo suspendió de sus órdenes a Andrés por un año y le obligó a
ofrecer 50 misas por el alma del otro presbítero muerto.
Autores
Sebastián Hernández de Luján
Juliana Toledo Algarra
Bibiografía
Juicio contra Andrés López Presbitero de Alarcón. 1675. Leg 10508/3. Curia Episcopal. Archivo Diocesano de Cuenca.
Imagen
Malopez 21. Rubielos Altos, Iglesia parroquial,. 01.https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Rubielos_Altos,_Iglesia_parroquial,_01.jpg
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